Hay momentos en la política local que deberían quedar guardados en los archivos… pero no en los archivos de la memoria histórica, sino en los archivos de la vergüenza. Lo ocurrido en Avellaneda con un sector mínimo —microscópico— de la UCR es uno de esos capítulos que nadie querrá recordar, pero que todos deberían conocer.

Porque sí, increíble pero real:
un puñado de radicales K decidió entregarle el histórico Comité de Belgrano 732 al kirchnerista Jorge Ferraresi, como si la historia no significara nada, como si la identidad política fuese descartable, como si la oposición fuera un hobby y el radicalismo un llavero para regalar.

La excusa, conocida por todos, fue el famoso abrazo Balbín–Perón.
Pero aquel abrazo fue un gesto entre dos gigantes, no una habilitación para rifar un partido centenario a cambio de una foto, un elogio o un pequeño beneficio.

Lo que se vio ese día fue, sencillamente, triste:
un comité radical lleno de dirigentes peronistas, paseándose como si estuvieran en su casa, sacándose selfies, apropiándose simbólicamente de un espacio que siempre representó lo opuesto… mientras un sector de la UCR optaba por el silencio cómplice.

La jugada fue clara:
Ferraresi movió las piezas, y algunos radicales se dejaron mover.
Por conveniencia, por comodidad, o sabe Dios por qué.

Entre los protagonistas de este episodio vergonzoso aparece el ex concejal Rodrigo Galetovich, hoy abiertamente “radical K”, quien nunca cuestionó al intendente. Claro, cerca del poder, la rebeldía suele evaporarse.

Pero esta vez fue más lejos que nunca.
Porque no solo se alineó al peronismo: entregó el comité.

Y esto no lo dice este medio:
lo dicen los propios radicales, los de verdad.
Los que recuerdan la militancia inquebrantable de su tío, Roberto Goenaga, un radical sin dobleces, de los que se plantaban. Si pudiera ver esta escena, no lo dudaría: lo sacaría a patadas por haber convertido al partido en furgón de cola del kirchnerismo.

¿Y lo más irónico?
Que hoy los mismos que derrocaron a Alfonsín en las calles,
los mismos que empujaron a De la Rúa,
los mismos que en Avellaneda le hicieron fraude a Juan Manuel Moure…
son los que pasean impunemente por el comité radical como si fueran los dueños.

Y mientras tanto, Rodrigo abría la puerta y extendía la alfombra roja.

La mayoría del radicalismo —el radicalismo real— repudió esta entrega bochornosa.
No representa a nadie.
No construye nada.
No honra la historia.
No defiende los valores del partido.
Es apenas una jugada que dejará una mancha difícil de borrar.

Porque sí:
Galetovich ya entró en la historia. No como dirigente.No como estadista.Sino como el mayor traidor interno del radicalismo local“Y no lo decimos nosotros: lo dicen los radicales de Avellaneda, los que todavía creen en algo llamado dignidad política.

El comité no se rifa.
La historia no se alquila.
El radicalismo no se entrega.

Aunque algunos crean que sí.

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