Hay una esencia que conecta con el vecino de barrio, con vos, conmigo, con nuestra historia. Y hay alguien que la plasmó en música: Daniel Bazán, querido vecino y amigo, para muchos, el autor del himno no oficial de Avellaneda.
“Yo sé que me llamo de otra manera, pero para mí es el himno de Avellaneda, porque te pinta el barrio”, dice Bazán, recordando cómo su música refleja las calles, los cafés, las cocinas y las alegrías del lugar que lo acogió. Alba Posedente, amiga de toda la vida, lo acompaña en la charla, recordando la importancia de la memoria social y comunitaria.
Daniel nació en Balcarce, pero Avellaneda lo malcrió: “Me malcrió y por eso no puedo dejar de quererla”, dice. A lo largo de los años, recorrió la ciudad cantando, haciendo serenatas y compartiendo historias con vecinos.
Además de su música, Daniel es un verdadero referente del barrio: tiene una peluquería en el Club Racing de Avellaneda, donde corta el pelo a generaciones de jugadores, dirigentes e hinchas. Su vínculo con la comunidad va más allá del arte: también trabajó en la Municipalidad de Avellaneda, en el área de Cultura, contribuyendo a difundir y fortalecer la identidad local.
Su música trascendió fronteras: le dedicó un homenaje al Papa Francisco, y su canción se escuchó en la Santa Sede, un reconocimiento único que refleja la calidad y sensibilidad de su obra.
Para Bazán, escribir canciones es un acto de sensibilidad: “El día que reconocés que tenés un corazón y permitís que hable por vos, la música fluye. No se trata de inventar, sino de dejar que el sentimiento emerja”. Su música refleja su historia y la de su gente, y cada canción es un retrato del barrio y la vida cotidiana.
“Avellaneda está muy linda”, destaca Daniel, con orgullo por su ciudad y su gente, donde cada calle y esquina tienen un recuerdo y una historia que cantar.
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