Por Marcelo Brunwald – La Voz del Vecino

Volvemos a Avellaneda para contarles lo que está pasando detrás de los proyectos que algunos presentan como planes “productivos y turísticos”. Esta vez, la historia se centra en la resonificación aprobada en el Consejo del Liberante, que impactará directamente en la zona conocida como Parque del Río, la extensión del Parque Avellaneda hacia la calle Juan B. Justo y el arroyo Santo Domingo.

Los vecinos que históricamente denunciaron negocios inmobiliarios y aprietes por parte de sectores vinculados al poder local saben que nada de esto ocurre por casualidad. Hay un plan claro: avanzar sobre terrenos verdes, presionar a los propietarios para que vendan y transformar la zona en un negocio a medida de empresas gastronómicas y vínculos políticos.

Según relatos de los propios vecinos, los quinteros recibieron presiones directas para vender sus tierras, y empresarios gastronómicos locales fueron presionados por funcionarios del entorno político del intendente para garantizar que ciertos proyectos prosperaran. Incluso se clausuró el autódromo local, dejando a empleados sin trabajo, en un claro ejemplo de cómo los intereses privados terminan afectando a la comunidad.

Marcelo Brunwald explica:

“Esto es lo que yo llamo el Nuevo Puerto Madero de Avellaneda. Cemento por todos lados, negocios inmobiliarios, restaurantes y bares para un grupo reducido de empresarios amigos del poder, mientras los vecinos pagan el precio. Lo que prometen como social y turístico, en realidad es un plan inmobiliario disfrazado de espacio verde y recreativo”.

El proyecto anunciado incluye la instalación de viñedos, bodega y embotelladora de vino, un restaurante gourmet, un parador café y un sector de food trucks, junto con senderos recreativos y miradores que permitirían avistamiento de flora y fauna. También se prevé la construcción de un muelle, áreas para kayak y bicicendas, y la instalación de una oficina de turismo con talleres educativos y actividades ambientales.

Sin embargo, Marcelo advierte que la infraestructura básica no acompaña el proyecto:

“No hay cloacas, no hay agua, no hay control de residuos ni redes de contención. Todo se hace sobre un terreno sin servicios adecuados. Es un plan pensado para el negocio de unos pocos, mientras los vecinos y sus familias pagan las consecuencias”.

El plan también incluye un fuerte componente de presión sobre los vecinos y comerciantes:

  • Los quinteros fueron presionados para vender sus terrenos a bajo costo.
  • Los trabajadores del autódromo quedaron sin empleo tras su cierre.
  • Los dueños de negocios gastronómicos cercanos al proyecto fueron intimidados para garantizar que ciertas operaciones se concretaran.

Brunwald asegura que estas prácticas evidencian la falta de transparencia y el predominio de intereses privados sobre los comunitarios:

“Detrás de cada anuncio de parque, recreación o espacio turístico, hay aprietes y favores a los amigos del poder. Esto no es progreso para los vecinos, es progreso para quienes manejan los negocios inmobiliarios y gastronómicos de la zona”.

Los vecinos afectados denuncian que esta situación se desarrolla con total complicidad de algunos sectores del municipio y del gobierno provincial, quienes permiten que las obras y las resonificaciones avancen sin atender las necesidades básicas de la comunidad.

Marcelo Brunwald también resalta que, aunque el proyecto se presenta como una oportunidad de desarrollo turístico y recreativo, la realidad cotidiana de los vecinos es muy distinta:

“La zona verde que queda se llena de cemento, se priorizan los negocios privados sobre los espacios públicos, y los vecinos seguimos sin servicios básicos. Los baños no funcionan, el manejo de residuos es deficiente y la infraestructura no soporta el volumen de visitantes que buscan promover con este proyecto”.

En conclusión, lo que algunos intentan vender como progreso y desarrollo económico es en realidad un plan que beneficia a empresarios cercanos al poder político, desplaza a los vecinos y privatiza espacios públicos, mientras se presiona, aprieta y condiciona a quienes no se alinean con estos intereses.

“Avellaneda crece, sí, pero el precio lo pagan los vecinos. Lo que llaman progreso es negocio para unos pocos, mientras los servicios básicos y el bienestar de la comunidad quedan en segundo plano. Esta es la realidad que queremos visibilizar, para que todos sepan cómo se construyen estos proyectos detrás de cámaras, con aprietes y complicidad política”, concluye Brunwald.


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