La salud mental de quienes velan por nuestra seguridad es un tema que, pese a su gravedad, sigue siendo un tabú. El reciente video editorial aborda un asunto alarmante: el alto índice de suicidios entre fuerzas de seguridad y bomberos, y la urgente necesidad de implementar políticas de cuidado y prevención.
El caso de Luis Alberto Ramírez, joven bombero voluntario que falleció por suicidio, se convierte en un ejemplo trágico de una problemática que afecta a estos grupos, y que muchas veces se mantiene en silencio. Las largas jornadas laborales, el trabajo en soledad, la presión constante y los problemas económicos y familiares se suman al desarraigo que sufren, en particular, los prefectos provenientes del interior del país.
El video subraya la falta de programas de salud mental proactivos en las fuerzas, criticando que la ayuda existente es mayormente reactiva, esperando que los agentes busquen apoyo por su cuenta. Experiencias exitosas, como los programas implementados por la Cruz Roja para prefectos, demuestran que la prevención y el acompañamiento constante son posibles y necesarios.
Históricamente, algunas instituciones contaban con figuras informales, como los “hospitalarios” en los bomberos, encargados de brindar apoyo emocional y seguimiento a sus compañeros. Hoy, se propone retomar prácticas similares, apoyadas por los servicios municipales de salud mental, sin necesidad de que un psicólogo esté presente en cada cuartel, pero asegurando un sistema de cuidado real y accesible.
El editorial concluye con un llamado a las autoridades municipales y provinciales para que destinen recursos y atención a la salud mental de quienes nos protegen, dejando de lado prejuicios y reconociendo que la mayoría de los integrantes de fuerzas de seguridad y bomberos son personas comprometidas con la comunidad.
Mensaje central: cuidar a los que nos cuidan no es un gesto opcional: es una obligación que salva vidas y fortalece la seguridad de todos.