En “La Voz del Vecino”, Marcelo Brunwald entrevistó a Anaí, vecina de Isla Maciel que junto a su hija estudiante de Derecho lanzó una iniciativa solidaria para ayudar a otros pibes con útiles y materiales de estudio.
En tiempos donde la crisis golpea, el ejemplo de esta familia muestra que la solidaridad no necesita permisos ni recursos, sino voluntad.
En el aire de La Voz del Vecino, el conductor Marcelo Brunwald abrió el programa reflexionando sobre la solidaridad, esa actitud de tender la mano cuando más se necesita. En medio de una charla que fue desde recuerdos de infancia hasta frases de un cura de barrio, apareció una historia que vale oro: la de Anaí y su hija Cristina, vecinas de Isla Maciel, que están cambiando la realidad con una idea tan simple como poderosa.
Anaí es madre de tres hijos. Cristina, la mayor, tiene 22 años y decidió anotarse en la carrera de abogacía. Pero como pasa en muchísimos hogares de laburantes, los recursos no siempre alcanzan para acompañar un proyecto tan importante. Lejos de bajar los brazos, esta madre y su hija se pusieron creativas: crearon una cuenta de Instagram llamada @tufacuamiga, desde donde organizan sorteos con útiles escolares para ayudar a otras chicas que también estudian.

“Yo le compré las cosas para que sortee y así pueda ayudar a sus compañeras”, cuenta Anaí con orgullo. Cuadernos, lapiceras, blocs de hojas y sets de estudio son parte del premio que preparan para el segundo cuatrimestre. “A veces no hace falta plata, con que alguien te comparta la idea ya estás ayudando”, remarca.
Lo más emocionante es que esta iniciativa no busca plata para ellas, sino para sostener el estudio de muchas más chicas y chicos. Como bien subrayó Brunwald en la entrevista: “Esta vez no es el Estado, ni el municipio, ni ningún político; esta vez son los propios vecinos los que se organizan y se dan una mano entre ellos, aunque no les sobre nada.”
Y es así. Porque mientras muchos se quejan, estas pibas hacen. No esperan subsidios ni cámaras. Solo quieren que nadie abandone una carrera por no tener una lapicera o la SUBE cargada. El gesto es pequeño, pero el impacto enorme.
La entrevista terminó con una invitación abierta: que se acerquen al programa, que se tomen unos mates y que cuenten en vivo cómo es este proyecto que puede inspirar a miles. Y como dijo Marcelo, “Si vas a poner plata en campaña, que sea para que esta piba pueda terminar de estudiar, tenga algo para comer y no abandone. Esa sería la mejor campaña.”
Hoy desde la Isla Maciel, una madre y una hija nos enseñan que la transformación social puede empezar con un sorteo de útiles. Pero sobre todo, empieza cuando se piensa en el otro