Más de 50 autos de carrera y decenas de vecinos se manifestaron en pleno centro de Avellaneda. El operativo incluyó guardia de infantería blindando el despacho del intendente Jorge Ferraresi, en medio de denuncias por maltrato, presiones y negocios privados sobre terrenos públicos.

La mañana del miércoles quedó marcada por una multitudinaria protesta en Avellaneda. Desde las 9:00, más de cincuenta autos de carrera, corredores, vecinos y referentes comunitarios bloquearon la Avenida Güemes al 800, frente a la sede municipal, reclamando la reapertura inmediata del autódromo local, clausurado por el gobierno municipal en febrero pasado. La medida fue resuelta en asamblea popular el domingo anterior, tras lo que manifestantes denunciaron como un destrato directo del intendente Jorge Ferraresi hacia los propietarios del predio.

“La gente se hartó. Nos quisieron convencer de que las tierras estaban vendidas, que firmamos algo. Pero lo que firmamos fue bajo presión, para que nos condonaran una deuda imposible de pagar. Esto es una operación comercial y política”, señaló Néstor, uno de los dueños, que relató haber sido maltratado personalmente por el jefe comunal. La suma de la deuda superaría los 140 millones de pesos, cifra que se habría incrementado súbitamente desde una base mensual de apenas 60 mil. “Quieren que vendamos. Nos aprietan con amenazas, con boletas. Lo único que falta es que nos corran con las patrullas.”

El operativo policial fue inmediato. Una guardia de infantería se ubicó en el interior del edificio municipal, blindando el despacho del intendente e impidiendo cualquier contacto entre los vecinos y los funcionarios. “Vinimos a hablar. Y nos pusieron como si fuéramos peligrosos. Nos respondieron con metralletas, no con diálogo”, denunció Lorena, organizadora de la movilización.

Los manifestantes advierten que el cierre del autódromo es parte de una maniobra más amplia: detrás de la clausura se esconde el avance de una containera portuaria y un desarrollo inmobiliario ligado a la gastronomía, en terrenos linderos que ya están siendo rellenados. “Quieren usar el espacio para mover containers del puerto y montar negocios privados. ¿Y el autódromo, la fauna, los árboles, la historia barrial? No les importa. Van por lo que queda”, se lamentó Néstor.

El autódromo fue declarado de interés deportivo y cultural por el propio municipio en 2016. Y según los vecinos, funcionó durante décadas como contención social, educativa y deportiva: recibió alumnos de escuelas rurales, evitó picadas callejeras, generó trabajo en múltiples rubros, y hasta fue promocionado por la gestión Ferraresi en ferias pre-pandemia. “Ahora se contradicen. Cierran lo que antes mostraban como orgullo. Están rifando Avellaneda, como quien vende las joyas de la abuela”, advirtió uno de los participantes.

La jornada de protesta se mantuvo pacífica, aunque cargada de tensión y con fuerte presencia de medios locales. El mensaje fue claro: el autódromo es parte de la identidad barrial, y su cierre no se resolverá en silencio. “No vamos a permitir que lo conviertan en tierra para negocios. Avellaneda es de los vecinos. Y los vecinos están despertando.”

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