La Mesa de Diversidad de la UCR en Avellaneda impulsa una feria de emprendedores que trasciende géneros y banderas partidarias. “No preguntamos a quién votás, preguntamos qué hacés”, dice Mónica Porto, vicepresidenta provincial.

En un rincón de Sarandí, cada tercer sábado del mes, algo distinto sucede. No es solo una feria. Es un gesto político —en el mejor sentido— que busca abrir espacios donde antes había puertas cerradas. Se trata de la Feria de Emprendedores Diversos, organizada por la Mesa de Diversidad de la UCR Avellaneda, un espacio que, lejos de los discursos vacíos, apuesta por la inclusión real: la que se construye con trabajo, educación y comunidad.

“Cuando hablamos de diversidad, muchos piensan solo en género. Pero la diversidad es mucho más: es discapacidad, es cultura, es identidad, es historia. ¿Quién no se sintió distinto alguna vez?”, plantea Mónica Porto, vicepresidenta de la Mesa Provincial de Diversidad de la UCR. Y agrega: “Nos pasa que la gente no se mete porque no entiende, o porque cree que esto es solo para una minoría. Pero todos somos diversos”.

La feria nació de una necesidad concreta: generar oportunidades para quienes no siempre tienen acceso a los circuitos tradicionales. “La gente necesita trabajo. Así de simple. Y nosotros decidimos no cobrar por participar. Solo pedimos que traigan lo que hacen, lo que producen. Y si pueden, que colaboren con algo para una rifa o para sostener el espacio”, explica Porto.

El evento se realiza en Av. Belgrano 2694, esquina Salta, en Sarandí. Allí se reúnen emprendedores de todo tipo: desde quienes hacen macetas de cemento hasta quienes venden pastelería, ropa interior, plantas o productos textiles. “No preguntamos a nadie de qué partido es. Preguntamos cómo se llama y qué emprendimiento tiene. Eso es lo único que importa”, dice con firmeza.

La presidenta de la Mesa Distrital, Patricia Rojas, y la secretaria de Diversidad, Siri Domínguez, impulsan la feria desde el Comité de Sarandí. La idea original era rotarla por distintos comités barriales, pero ante la falta de apoyo institucional, decidieron sostenerla desde donde sí hay voluntad. “Nos dijeron que no se podía, que no era el lugar. Pero acá estamos. Y cada vez viene más gente”, cuenta Porto.

Además de la feria, la Mesa de Diversidad organiza charlas, ciclos de formación y encuentros sobre educación sexual, discapacidad, y derechos humanos. “Cuando asumimos esta responsabilidad, sabíamos que teníamos que formarnos. No se trata solo de levantar una bandera, sino de entender lo que necesita la gente. Y la gente necesita saber, necesita herramientas, necesita ser escuchada”, afirma.

La feria, entonces, es mucho más que un paseo de compras. Es un acto de resistencia cotidiana. “Nosotros no nos apropiamos de ninguna bandera. No somos los dueños del orgullo ni de los derechos. Solo queremos que todos tengan un lugar. Y si eso molesta, bueno… que nos sigan diciendo putos. No tenemos problema. Porque sabemos quiénes somos y por qué lo hacemos”, cierra Mónica, con una sonrisa que no necesita traducción.

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