Juan Emilio Ameri debió dejar su cargo luego del escándalo sexual en 2020. Hoy trabaja en una pollería y asegura que fue condenado por ser peronista.

Juan Emilio Ameri, exdiputado del Frente de Todos por Salta, se convirtió una figura controvertida desde que protagonizó un escándalo en 2020 durante una sesión virtual del Congreso, cuando se lo vio besándole el pecho a su pareja.

Este incidente, que lo llevó a renunciar a su banca, sigue marcando su vida, aunque hoy su realidad es muy distinta: trabaja en una pollería en Banfield, en el sur del conurbano bonaerense.

El legislador, de 51 años, vive alejado de la política activa, pero no de las críticas. En una reciente entrevista, expresó su descontento con el expresidente Alberto Fernández, quien lo cuestionó públicamente en el momento del escándalo.

“Vino a predicar moral con la bragueta baja”, arremetió Ameri, dejando en claro que no perdona la actitud del exmandatario. Además, apuntó contra el juez federal Ariel Lijo, quien lo condenó por “perturbación al ejercicio de funciones públicas”. Según Ameri, su condena fue una maniobra política: “Me condenan por peronista, ni siquiera por una teta. Utilizan la teta como excusa”, afirmó.

El exdiputado, que alguna vez fue una promesa política del kirchnerismo en Salta, ahora lleva una vida modesta en el barrio de Villa Centenario, Lomas de Zamora. Entre los cuadros de Juan Domingo Perón y Evita que decoran su casa, Ameri asegura que nunca abandonó sus convicciones peronistas. “Soy un laburante, hijo de militantes. Mi militancia política no nace de la nada, yo mamé peronismo”, sostiene con orgullo.

Ameri también recordó su paso por el Congreso y las críticas que recibió tras el incidente que lo llevó a renunciar. “Cometí un error y pagué con creces, pero lo que me duele es la persecución que sufrí después, especialmente contra mi familia”, lamentó. Según él, los medios de comunicación exacerbaron la situación y afectaron gravemente su vida personal.

A cuatro años del escándalo, Ameri sigue defendiendo su versión de los hechos y se muestra resentido con quienes lo condenaron. “El problema no era mío, el problema era la libido destruida de quienes me juzgaron. Lo mío no fue un acto sexual, fue un acto de amor”, concluyó.

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