Métodos para lograr el equilibrio
La incertidumbre es una falta de certeza que ocasiona dudas o indecisión. La clave está en aprender a vivir con ella y ser capaces de exponerse a lo inesperado, será una oportunidad para evolucionar y considerar que todos los cambios pueden ser para mejor.
Lo contrario, ahogarse ante la falta de respuestas llega incluso a ser paralizante, independientemente de que las preocupaciones se refieran solo a lo personal o a problemas externos.
Aunque se anticipe y se planifique, nunca es posible tener todo bajo control. De este modo, la clave está en tolerar la incertidumbre sin pretender eliminarla ni controlarla absolutamente.
Diez métodos que ayudan a lidiar con ella:
1- Definir las metas y los objetivos: es la única manera de tener claro qué es lo más importante para liberarse de todo lo demás que quita energía y tiempo y no es relevante. Esa claridad permite estar tranquilo con respecto a esos objetivos que no se están cumpliendo porque no son relevantes de verdad.
2- Elaborar una estrategia o un mapa que determine el camino para cumplir los objetivos: una vez definidas esas metas, es necesario conocer de dónde partís, dónde debés llegar, cómo lo podés conseguir y cuáles serían las rutas alternativas. Toda una estrategia con una perspectiva global que permita reconducir las situaciones.
3- Encaminarse hacia la incertidumbre: dar el primer paso a lo desconocido y arriesgar estando seguro de uno mismo, estrecha los límites de esa incertidumbre porque la visión de las posibilidades se agranda. Cuando no se sabe qué va a suceder no tiene sentido convencerse de que todo irá fatal o muy bien, porque todo es posible. Si no hay certeza de algo no merece la pena “comerse la cabeza”.
4- Centrar el esfuerzo en lo que ya se puede controlar: hay tanto que hacer y tantas cosas que podrían pasar en el futuro que se corre el riesgo de quedar paralizado. Da mejor resultado actuar en lo que está al alcance de cada uno a corto plazo. Mejor mantenerse ocupado que preocuparse sin más.
5- Prepararse para lo que pudiera pasar: todo aquello que te agarra por sorpresa o desprevenido puede paralizar. Prepararse para lo que pueda llegar, planificar soluciones ante lo peor permite enfrentarse a situaciones indeseadas. Con todo, las cosas suceden y no está en tus manos pararlas. Ser positivo ante los imprevistos abre otras posibilidades y permite experimentar y vivir en entornos que nunca habías imaginado.
6- Asumir los riesgos: vivir conlleva riesgos, nada puede hacerse contra ellos de modo que lo más recomendable es ser conscientes, minimizarlos y admitir que son irremediables. Además, hay riesgos que merece la pena correr por todo lo bueno que está por llegar.
7- Informarse: no sirve encerrarse en una burbuja cuando todo alrededor evoluciona y crece. Es imprescindible aprender, informarse, preguntar, observar y analizar.
8- Ser positivo: la incertidumbre a veces hace imaginar la peor de las consecuencias y por tanto hace sufrir de forma inútil. Mejor desviar los pensamientos negativos y pensar que siempre habrá otras soluciones. Si finalmente el desenlace fuera el peor de los escenarios, de nada nos valdría haber empezado a amargarse antes.
9- Poner empeño en lo que te hace sentir bien: se trata de aprender a vivir con incertidumbre para poder tolerarla. Mientras, se deben llevar a cabo todas esas propuestas que llenan de energía, liberan la mente y generan satisfacción como salir a pasear, hacer yoga, cocinar, hacer ejercicios de relajación, meditar, etc. Todo ello servirá para encontrarse con más fuerza y afrontar mejor el peor de los desenlaces.
10- Vivir: llevar una vida plena implica asumir riesgos. Cuando se pretende tenerlo todo bajo control se sufre innecesariamente porque hay siempre muchos frentes abiertos que se escapan. Además, hay que elegir caminos; quedarse en el medio sin tomar decisiones no sirve para nada. Mejor arriesgar y si el resultado no es el deseado siempre se puede reconducir la situación.