“Te quedás con lo puesto, en shock, y lo primero que te piden es un papel.” — Yésica, vecina de Villa Tranquila.

El incendio que arrasó la vivienda de Maxi en Villa Tranquila no solo dejó cenizas materiales, sino que encendió una vez más la bronca de una comunidad que se siente sistemáticamente ignorada. Pero lo más desgarrador vino después: el peregrinar burocrático que debe enfrentar quien lo perdió todo.

🔥 La tragedia
Fue en la mañana más fría del año. Un cortocircuito en un tendido eléctrico precario —instalado por los propios vecinos ante la ausencia del Estado— desató el fuego. La casa ardió en minutos. Maxi, heredero legal de la propiedad, quedó con lo puesto. “Corrí por los pasillos golpeando puertas, despertando vecinos. Si no, esto era una masacre”, relata Yésica, testigo y protagonista del rescate improvisado.

📄 La frialdad del sistema
Mientras el humo aún flotaba en el aire, llegó la respuesta oficial:

  • “Tienen que ir a la estación de bomberos de Avellaneda a pedir un certificado de incendio.”
  • “Después, Defensa Civil debe inspeccionar la zona.”
  • “Con esos papeles, recién ahí pueden ir a Desarrollo Social.”

Todo esto, para alguien que acaba de perder su casa, sus documentos, su ropa, su historia. “¿Cómo hacés trámites si no tenés ni zapatillas?”, se pregunta Yésica. “Te piden papeles como si uno estuviera entero. Como si no hubieras visto tu vida arder.”

🚪 Puertas cerradas
La ayuda no llega. No hay frazadas, ni colchones, ni un camión con chapas. Solo requisitos. Solo oficinas. Solo espera. “Antes, en los peores tiempos, venían con lo que fuera. Hoy, ni una mirada. Ni una palabra”, dice otro vecino.

🏚️ Una historia que se repite
Yésica lo sabe bien. A los cinco años perdió su casa en un incendio similar. “Dormí en la caballeriza de un vecino. Hoy, 50 años después, veo que nada cambió. Solo que ahora hay más papeles y menos humanidad.”

📢 El reclamo
La comunidad exige más que promesas: exige presencia real. Urbanización con justicia, no con clientelismo. Infraestructura digna, no cables colgando. Y, sobre todo, un Estado que no los obligue a mendigar entre escombros.

Desde Impacto Sur, seguimos amplificando estas voces. Porque contar lo que pasa también es una forma de cambiarlo.

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