Multitudinaria apertura del Jubileo 2025 en la diócesis de Avellaneda-LanúsMultitudinaria apertura del Jubileo 2025 en la diócesis de Avellaneda-Lanús

Multitudinaria apertura del Jubileo 2025 en la diócesis de Avellaneda-Lanús.

Avellaneda, 29 de diciembre de 2024 – En una jornada marcada por la fe y la esperanza, cientos de fieles se congregaron este domingo para la apertura del Jubileo 2025 en la diócesis de Avellaneda-Lanús, en coincidencia con la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia. La ceremonia, presidida por monseñor Marcelo Margni, se inició en la capilla del Colegio María Auxiliadora con una emotiva procesión por las calles del centro de la ciudad de Avellaneda, culminando en la catedral, que rebosaba de fieles.

La procesión estuvo encabeza por una Cruz de San Damián, que el obispo señaló como un signo fuerte de este tiempo de gracia, conversión y renovación, vinculado a las palabras que escuchó San Francisco de Asís: “Reconstruye mi Iglesia”. Al llegar a las puertas de la catedral, el obispo mostró al pueblo la Cruz como signo de esperanza, y atravesó las puertas del templo, seguido por todo el pueblo de Dios.

En un clima de profundo recogimiento, monseñor Margni pronunció una homilía que resonó en los corazones de los presentes, invitando a reflexionar sobre los desafíos actuales que enfrentan la familia, la Iglesia y la sociedad. “Vivimos tiempos marcados por el egoísmo, el individualismo, la fragmentación y las rivalidades, que siembran odio y división. Sin embargo, desde nuestra fe, somos llamados a ser signos de comunión y esperanza”, afirmó Margni.

El prelado destacó la centralidad de la familia como lugar de aprendizaje y sanación, aludiendo a la Sagrada Familia de Nazaret como ejemplo de humildad y entrega. “La familia no es perfecta, como tampoco son perfectas nuestras comunidades; la familia es un taller de amor donde se forja la comunión en medio de las diferencias, donde las heridas se convierten en oportunidades de sanación y los conflictos en caminos hacia la reconciliación”, dijo.

El Jubileo 2025: un llamado a la acción

Bajo el lema “Peregrinos de esperanza”, el Jubileo fue presentado como una oportunidad para renovar la misión cristiana en un mundo necesitado de reconciliación. Monseñor Margni hizo eco de las propuestas del Papa Francisco, compartiendo un programa de acción concreto para el Año Santo, llamando a los fieles a trabajar por la paz, defender la vida, promover la reinserción de los privados de libertad, cuidar a los enfermos y ancianos, estar cerca de los jóvenes, integrar a los migrantes, defender a los más pobres y vulnerables.

“Este Jubileo nos llama a mirar el futuro con fe y compromiso, siendo constructores de reconciliación y esperanza. Como Iglesia, debemos caminar juntos, sembrando justicia y amor en un mundo que tanto lo necesita”, exhortó.

El obispo agradeció tantas iniciativas que ya actualmente se despliegan en la diócesis haciendo presentes estos signos de esperanza, pero invitó también a que el Jubileo sea la oportunidad de multiplicar estos gestos con creatividad y audacia.

Finalmente también invitó a vivir el Año Santo como una experiencia fuerte de misericordia, y con este fin, animó a favorecer en todos los modos posibles el encuentro con Dios. Por esa razón, pidió un esfuerzo especial de las comunidades para poder organizarse y tener los templos abiertos el mayor tiempo posible: “Sé que no es fácil, sé que nuestros barrios sufren la inseguridad, pero podemos buscar juntos caminos para hacerlo, de modo que las puertas abiertas de nuestros templos sean un signo de una Iglesia que está favoreciendo el encuentro con Dios”, afirmó.

Un testimonio personal de fortaleza y gratitud

Antes de concluir, monseñor Margni agradeció a la comunidad por las oraciones elevadas durante su reciente problema de salud. “Desde el 10 de diciembre padecí una hernia lumbar que me paralizó por varios días, pero la gracia de Dios y su compañía me permitieron estar aquí hoy, iniciando juntos este Año Santo”, expresó con emoción.

Un mensaje de unidad y compromiso

La celebración, acompañada por cantos y oraciones, concluyó con un fuerte llamado a los fieles a renovar su compromiso con sus familias y la comunidad diocesana, destacando que, tanto en el ámbito familiar como en el eclesial, “Dios no nos llama a idealizar, sino a construir espacios donde aprendamos a amar y transformar las dificultades en signos de esperanza”.

La apertura del Jubileo 2025 dejó una huella profunda en los presentes, marcando el inicio de un tiempo de gracia y renovación para toda la diócesis de Avellaneda- Lanús.

HOMILÍA DEL PADRE OBISPO MAXI MARGNI EN LA APERTURA DEL JUBILEO 2025

Domingo 29 de diciembre de 2024

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos hoy el Jubileo en el marco de la Fiesta de la Sagrada Familia, que ilumina este tiempo que estamos comenzando. Tenemos algunos signos muy fuertes, el primero de los cuales es la Cruz que ha presidido nuestra peregrinación hasta la Catedral y nuestra celebración: es la conocida Cruz de San Damián, tan vinculada a San Francisco de Asís, desde la que escuchó las palabras: “Reconstruye mi Iglesia”. Creo que mucho de eso tenemos por delante en estos tiempos desafiantes.

Vivimos en un tiempo de muchos avances tecnológicos, que jamás hubiéramos podido imaginar décadas atrás. Y, sin embargo, al mismo tiempo, somos conscientes de estar viviendo un contexto de crisis espiritual que se traduce en una crisis ética, afectando nuestras familias, nuestras comunidades y a la misma Iglesia. Vivimos tiempos marcados por el egoísmo, el individualismo, la fragmentación y las rivalidades, que siembran odio y división, guerras y conflictos. Esto también lo vemos en la Iglesia.

Por eso queremos iniciar el Jubileo con una fuerte conciencia de conversión. El Jubileo tiene que ver con la experiencia del tiempo. Por eso la primera pregunta que podemos hacernos es: ¿Qué estamos haciendo con nuestro tiempo? ¿Invertimos el tiempo en nuestros enojos, en nuestras amarguras, en nuestras discusiones, en quejas? ¿Qué hacemos con nuestro tiempo? ¿Estamos aprovechando nuestro tiempo para lo esencial?

Hoy contemplamos el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, humilde y sencilla: esto nos recuerda que Dios eligió la familia como puerta de entrada a nuestra historia. En ella, Jesús creció, amó y aprendió, enfrentando con María y José las alegrías y pruebas de la vida cotidiana. La familia no es perfecta; es un taller de amor donde se forja la comunión en medio de las diferencias, donde se convierten las heridas en oportunidades de sanación, y los conflictos en caminos hacia la reconciliación.

Iniciamos el año del Jubileo, con el lema “Peregrinos de la esperanza”. Un tiempo especial para sentirnos peregrinos: siempre en camino, siempre con la mirada puesta en la meta, siempre compartiendo el camino con los hermanos. Este Año Santo es una oportunidad para pedir perdón, más aún, para hacer la experiencia

profunda y renovadora del perdón. Es una invitación a mirar hondo en nuestras oscuridades, nuestras distancias, nuestras heridas, nuestras faltas de perdón, nuestros odios, nuestras parálisis espirituales: éste es un tiempo de gracia para sanarnos interiormente, para liberarnos de miedos y resentimientos, para empezar de nuevo.

Quisiera compartir con ustedes algunos puntos que el Papa Francisco, al convocar el Año Santo, nos invitó a tener en cuenta como signos de esperanza, como un programa de acción bien concreto para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo:

  • Trabajar por la paz, siendo constructores de reconciliación y diálogo. No sólo rezar por la paz, que es tan necesario, sino también trabajar por la paz. Y, en esto, por favor: ¡paz en las comunidades! Seamos instrumentos de paz y de armonía.
  • Defender la vida, fomentando el deseo de transmitirla frente a la realidad de la disminución de la natalidad. Motivar a los más jóvenes a que se animen a la vida y a la familia.
  • Promover la reinserción de los privados de libertad, extendiendo la misericordia y el compromiso con la justicia. Y acá quisiera agradecer el inmenso trabajo de la pastoral penitenciaria en nuestra diócesis, un trabajo que es necesario apoyar en este tiempo del jubileo.
  • Cuidar a los enfermos, los discapacitados y los ancianos, especialmente a los que sufren la soledad. También aquí hay un hermoso trabajo en nuestra diócesis, que agradezco de corazón: intensifiquen y compartan este trabajo. Que sean muchos más los que vayan a visitar a los enfermos.
  • Estar cerca de los jóvenes, quienes son la alegría y la esperanza de la Iglesia. Esta mañana, de hecho, estuve compartiendo la clausura de la Misión Juvenil Diocesana en Remedios de Escalada, un hermoso signo de esperanza para nuestra comunidad diocesana. Abramos las puertas de nuestras comunidades a los jóvenes, dejemos que se sientan en casa en nuestras parroquias y capillas.
  • Acoger a los migrantes, exiliados y refugiados, promoviendo una verdadera cultura de hospitalidad. En estos tiempos difíciles, en la comunidad cristiana tenemos que pensar cómo integrar cada vez mejor a aquellos que están entre nosotros y encuentran en nuestras comunidades el espacio familiar para sentirse pueblo de Dios aun estando fuera de su tierra. Que no se pierda esta capacidad de integración, que las comunidades sean ejemplo en esto.
  • Defender a los pobres y débiles, recordando que los bienes de la tierra son para todos. En este punto quisiera agradecer tantas expresiones de solidaridad con los más necesitados, que se despliegan a lo largo de Lanús y de Avellaneda: noches de caridad, merenderos, comedores, el trabajo de las Cáritas, tantas iniciativas de ayuda y promoción social. Que el Jubileo sea oportunidad de fortalecer y multiplicar estas iniciativas en favor de los más débiles.

Abrimos el Jubileo. Que podamos convertirnos en peregrinos de la esperanza y vivir este Año Santo como un tiempo fuerte de misericordia. Que podamos desde cada comunidad favorecer el encuentro con Dios de nuestros hermanos y hermanas. Y por eso quisiera pedirles algo más: organicen en las comunidades las posibilidades de tener las puertas abiertas de los templos el mayor tiempo posible. Si sabemos organizarnos, podemos hacerlo. Sé que no es fácil, sé que nuestros barrios sufren la inseguridad, pero podemos buscar juntos caminos para hacerlo, de modo que las puertas abiertas de nuestros templos sean un signo de una Iglesia que está favoreciendo el encuentro con Dios.

Hermanos, tanto la familia como la comunidad cristiana son lugares imperfectos pero esenciales. Dios no nos llama a idealizarlas, sino a construirlas cada día como espacios donde aprendemos a amar y a transformar las dificultades en signos de esperanza.

En este Año Santo, renovemos nuestro compromiso con nuestras familias y con nuestra comunidad diocesana. Caminemos juntos como Iglesia sinodal, sembrando reconciliación, justicia y amor en un mundo que tanto lo necesita. Dejemos que Dios restaure nuestra vida y abra caminos de esperanza en este tiempo jubilar. Que así sea.

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